domingo, 15 de noviembre de 2020

Plegaria a la virgen (en tiempos de COVID)


Amaury interpreta la Plegaria a la Virgen del Cobre. El pasado viernes 13 de noviembre. Eusebio Leal in memoriam. Música y piano José María Vitier y texto de Silvia Rodríguez.

martes, 10 de noviembre de 2020

Cosas que sólo le pasan a Amaury

Hace un año estábamos grabando la nueva versión del tema de presentación de mi programa de TV «Con 2 que se quieran» para su tercera temporada en los Estudios Abdala. Mi productora ejecutiva y asistente personal, Carmen Rosa Báez, se acercó y me dijo al oído: “En el lobby hay un grupo de empresarios mexicanos que se enteraron de que tú estás aquí y quieren verte para tomarse una foto contigo” a lo que respondí: “Por favor Carmen discúlpame con ellos porque no puedo abandonar la grabación ahora y además mira la facha que tengo” (Yo andaba vestido con un pullover gris roto y desteñido, unas bermudas, mis ineludibles tenis Converse y el cabello alborotao) Carmen Rosa salió del estudio y se los comunicó a los empresarios con tal gentileza que ellos manifestaron entendimiento. Pasaron un par de horas y tuve que abandonar el estudio para ir al baño; los mexicanos aún me esperaban, pero ya los había olvidado. Ahí se produjo el siguiente e inaudito diálogo entre nosotros:

Los mexicanos: ¡Señor, Señor ¿Es verdad que Amaury Pérez está en ese estudio?
Yo: (Confundido) ¡Sí, es verdad!
Los mexicanos: Por favor le podría decir que lo estamos esperando solo para tomarnos una foto.
Yo: (Más confundido) Eso es imposible porque está en un momento crítico de la grabación y no creo que pueda salir.
Los mexicanos: ¿Usted trabaja con él?
Yo: (Muy confundido) No, soy un pariente suyo.
Los mexicanos: ¿Es su padre?
Yo: (Totalmente confundido) No que va…yo soy…¡su abuelo!
Los mexicanos: Bueno señor pues gracias por atendernos y dígale a su nieto ¡Que México lo ama!

De vuelta al estudio, luego de contarles el insólito incidente a los músicos, solo agregé dubitativo y deprimido: ¡Coño! ¿Y cuándo habrá sido la última vez que esos mexicanos vieron a mi «nieto»?

Todos estallamos en una sonora carcajada.

AMAURY PÉREZ VIDAL

miércoles, 28 de octubre de 2020

Los doctores Ofelia y Ramón

Un cuento con un poco de surrealismo y suspense.

(Para mi editora y hermana Mayda Bustamante).

La doctora Ofelia, ginecóloga diplomada con honores, y el cirujano Ramón, con más de quince años de elogiado trabajo en la sala de alumbramientos del hospital Máximo Gómez, presumían de una relación amorosa a fuerza de espéculos y anestesias.

Llevaban casados unos trescientos meses (así les gustaba señalar el tiempo de su comunión vivencial) y eran la desazón de otras parejas que con alguna diferencia (semanas a veces, años otras) en el largo de sus relaciones, convivían con ellos en el hospital. A cualquier hora, en las consultas, en los pasillos, en algún rincón, se prodigaban muestras del cariño más sólido que pudiéramos conocer, y para que lo voy a negar; me moría de envidia cuando tropezaba con ellos, porque, yo, recién graduada de enfermería, no había logrado sostener un romance más allá de los tres primeros besos con alguno de los internos que hacía sus prácticas en la clínica donde me ubicaron después de una corta y apresurada preparación como asistente de neonatólogos.

Los comentarios respecto a su soñado matrimonio saltaban en las comidillas que se desplazaban tras los almuerzos y en las angustiosas horas de las guardias médicas, dejándonos a todas con una sensación de derrota e infelicidad imposibles de disimular.

Una fría mañana de enero, en sustitución de la jefa de enfermeras que habitualmente atendía los partos de las “pacientes importantes” (ella misma estaba de parto a esa hora) fui reclamada con urgencia al salón de operaciones.

La reinaugurada institución estaba provista de un sofisticado sistema de grabaciones, que registraba en video hasta el detalle el comportamiento de los galenos y las pacientes.


Todavía me estremezco de lo que fui testigo: Los doctores Ofelia y Ramón, sin reparar en los presentes, se echaban en cara sus respectivas faltas profesionales, la inutilidad de aquel o este procedimiento, la inconsistencia de su aprendizaje, la falta de interés humano y decenas de improperios más, mientras proseguían como autómatas sus movimientos con rutinario desdén, y sus voces eran amortiguadas a travez de una mascarilla color verde esperanza, llegaron al colmo cuando arrojaron el instrumental a punto de lastimar a la criatura que estrenaba sus primeros gemidos, el remate no pudo ser peor; se mandaron al carajo cuando desabotonaban sus batas y se quitaban los sanguinolentos guantes, dando sendos portazos a la salida de la estancia.

Yo, espantada, aunque ciertamente eufórica, convencida de que nadie ni nada es perfecto, corrí hasta la sala de control, y valiéndome de mi astucia, logré que el apuesto operador me facilitara una copia de la filmación, volé al salón de enfermeras llamando a mis compañeras para disfrutar de tan sorprendente espectáculo y demostrarles que el comportamiento público ejemplar de aquella pareja, no era más que una farsa bien montada, diseñada para infelices.
Todas nos sentamos ante el monitor, apreté el play del diminuto dvd con la emoción desenganchada en la yema de mi dedo.

La imagen sostenía, en vivos colores, los movimientos corales de los dos galenos, dedicándose tiernas y aprobatorias miradas ante cada eficaz desenvolvimiento mientras en silencio desempeñaban su tarea. Por mucho que subí el volumen, sólo se escuchaba el seco sonido del higiénico instrumental. Al final de la cinta acercaban emocionados al bebito para que la sudorosa madre le acariciara y contara sus deditos, luego se dieron un tibio beso, ayudándose a desanudar las batas y extraer los respectivos guantes. Confundida pulsé la pause del dvd player en vez del stop.
Ese día presenté mi renuncia al director, entregué el título y me marché ante las burlas del gremio de enfermeras en pleno.

Cada tarde, entre las seis y las siete, de lejos, los veo descender del coche, tomados de la mano, desbordando su dicha.
Aún gira en mi cabeza la imagen congelada de Ofelia y Ramón mirándome sarcásticos desde la pantalla.

Amaury Pérez Vidal

viernes, 9 de octubre de 2020

Gracias señor!

«Yo rezo todas las noches. No solo las oraciones convencionales que todos, o casi todos conocemos, sino las que improviso o escribo para ocasiones especiales y conservo en mis libros de «catecismo particular».

Encontré ésta y la comparto.

miércoles, 22 de abril de 2020

El General San Martín

(Para Jose Maria Vitier y familia que tanto la disfrutan) ésta la enconcontré entre mis cosas.

Por Amaury Pérez Vidal

Desde que tengo memoria como cantautor participo en las mal llamadas “actividades político-culturales”, que por suerte son cada vez menos, pues consumen tiempo y la resultante artística no vale la pena, normalmente. Las actividades son un pretexto para celebrar lo mismo un cumpleaños, que una efemérides, que una gesta libertadora, un funeral o cualquier otra cosa.

Alguien pronuncia unas palabras, un discurso, o varios, y después “como colofón, y para cerrar con broche de oro” el artista canta un tema o dos, alusivos o no al verdadero sentido de la actividad, y se acabó lo que se daba. A veces, según sea el pedigrí de los auspiciadores del “acto” —como también se le llama—, hay un brindis, discreto u opulento, y los participantes llegan, en medio de la comelata y bebedera, a olvidar de qué trató a lo que fueron convocados.

Un domingo, tarde en la noche —cerca de las doce—, hace unos diez años, después de haber tenido una fiesta en mi casa, ya solo, totalmente intoxicado de alcohol y puros, recogiendo como podía vasos y botellas vacías, recibí una intempestiva llamada telefónica. Dando traspiés salí al teléfono. Al otro lado de la línea alguien que se identificó como el “General San Martín” me invitaba al día siguiente a una actividad para celebrar un aniversario más del natalicio del Apóstol de Cuba José Martí. Toda vez que yo había grabado en 1978 un disco con una pequeña selección de su poesía, era normal que cada 28 de enero, o los 19 de mayo, día de su caída en combate, me invitaran a actividades, y martirizaran a los escuchas radiales poniendo mis canciones martianas una y otra vez. Únicamente esos días en todo el año, nunca jamás en los otros 363. Suficiente pensarían.

La actividad era nada más y nada menos que ¡a las ocho de la mañana!, dato que no advertí en mi etílico desenfado, porque de haberlo hecho tendría que haberle respondido al “General” que no era posible en absoluto.

Pero no lo hice, y he aquí que a las 7.00 a.m. estaba yo de pie, sacado a empellones de la cama por mi esposa que la noche anterior había sentenciado: “¡Te levantas y cumples con ese compromiso! ¡Quién te manda a decirle a alguien que irás a algo en el estado en que estás!” A punto de dormirme y mientras el cuarto todo giraba dentro de mis pocas neuronas activas, repliqué: “¿Y commmo le voy a decccir que nooo al “General San Martín”? Y ella ebria, pero de furia, no de bebidas espirituosas, me respondió: “¡Qué General San Martín ni qué ocho cuartos: era el Teniente Coronel Martín! El General San Martín se murió hace siglos!” (ella había escuchado el diálogo por el otro teléfono).

Con una resaca (cruda, para los mexicanos) que no permitía que caminara en línea recta, me monté en un carro militar y me llevaron a un sitio que es, o era, no sé, la sede del Departamento de Seguridad Personal adscrito a las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias). Allí no me estaba esperando ni el Teniente Coronel Martín y ni siquiera el heroico fantasma del General sudamericano. Allá a lo lejos descubrí, mientras buscaba a alguien que me diera una señal de en qué consistiría el orden de la dichosa actividad, pues ya no lo recordaba, a un trío de ancianos con guayaberas y guitarras, e intuí que también formaban parte del elenco artístico tempranero. El nombre del trío no podía ser más desconcertante: Trío DDLF. Cuando les pregunté, en medio de mi malestar e intenso dolor de cabeza, qué significaban esas siglas, me contestaron risueños: “¡Trío Desmovilizados de Las FAR!” Vaya nombrecito, pensé, mientras miraba patidifuso el bisoñé de uno de aquellos entusiastas vejetes que estaban más fuertes y derechos que yo.

Después de las palabras de rigor, pronunciadas por un recluta de última adquisición, una empalagosa conductora presentó al trío que interpretó una angustiosa mezcla de la Guantanamera con un bolero profundamente antimartiano, ya que hablaba de bares, rones y cantinas, haciéndome recordar, nervioso, mi festiva noche anterior. Y entonces… ¡¡¡llegó mi momento!!! Me anunciaron como si fuera una atracción circense, el hombre elefante o la mujer barbuda, y más o menos logré llegar al escenario con cierto equilibrio y prestancia.

Pocos me aplaudieron: a las ocho de la mañana no muchos están dispuestos a mover las palmas por nada a no ser para matar mosquitos. Dentro de mi cerebro un ángel y un diablillo se enfrascaban en una delirante batalla. El ángel me decía: “Canta Amaury, termina y vete”. El diablillo insistía en que dijera unas palabras. Demás está decir que ganó el diablillo.

Comencé dándole al escaso público presente ¡las buenas noches!, lo que provocó algunas risitas burlonas. Acto seguido, en un malhadado intento de armonizar con el ambiente militar agregué: “¡Quizás los más jóvenes no sepan que yo he colaborado con los compañeros de la seguridad personal!” En ese momento noté una mirada de interrogación entre los militares allí reunidos, y dentro de mí pensaba: “¿En qué he colaborado, Dios mío?”, pero no alcanzaba a detenerme y les dije, ya totalmente fuera de juicio: “Ustedes se preguntarán: ¿en qué ha colaborado Amaury con nosotros? Pues les diré: cuando estamos en alguna actividad donde ustedes participan y me dicen que no puedo pasar por algún sitio, ¡yo no paso! ¡En eso consiste mi colaboración!”

Aquello provocó una carcajada demente y colectiva. Yo entonces inicié malamente los primeros acordes de mi canción “Acuérdate de abril” —que nada tenía que ver con el festivo aniversario del natalicio de Martí—, repitiendo, ante el desconcierto del exiguo auditorio, el mismo verso inicial una y otra vez por cuatro minutos, porque había olvidado la letra.

Al fin, me bajé apenado de la tarima de hormigón y desaparecí antes de que el Teniente Coronel Martín, en primera fila, pudiera hacerme comentario alguno.

Por la carretera!


Un recuerdo grato: “Amaury en México (por la carretera)” grabado el año 1989, dirigido por Eugenio Pedraza Ginori. El video tiene fallas de origen. Discúlpen, pero como documento es imperdible.

“Hola, Amaury, soy tu amigo”

Por Amaury Pérez Vidal

Voy a contarles la historia de un chat singular, por no decir insólito, que tuve el otro día con un supuesto “amigo de los años”, como decimos los cubanos. En realidad era un muchacho que trabajó en la tramoya de algún teatro de La Habana donde ofrecí un concierto en los noventa, y que, aunque “compartimos” escenario por tres días, no podría considerarlo un “amigo de los años” como él se autodenominó.

El chat comenzó con un «Hola, Amaury, soy tu amigo fulano», a lo que yo respondí con otro saludo cordial. Después de eso comenzó a redactarme un cuestionario que por lo loco que resultó quisiera narrarles.

La primera pregunta fue la habitual, honesta y nada extraña para cualquiera que no sea un “amigo de los años”:


“¿Sigues viviendo en Cuba?”

Yo contesté: “No, ahora vivo en Nepal”.

El diálogo cibernético continuó así.

“¿Entonces ya no eres cristiano?”


“No, qué va, ahora sigo al Dalai Lama con el actor Richard Gere como parte de su corte”.


“¿Sigues casado con la misma esposa de antes?”.


“¡Para nada!” —fue mi respuesta—, ahora convivo con una tahitiana de ojos azules criadora de reptiles del Himalaya, que tiene apenas quince años”.


“¿Y sigues viendo a tus hijos?, porque recuerdo que los adorabas”.


“No, ya no los veo nunca. Los cambié por unas mascotas, dos elefantes desterrados de un circo errante francés, que quebró cuando la carpa donde se presentaban fue fulminada por un “rayo de nieve” en una cálida función de medianoche”.


“¿Y tus hermanos? Sabía que algunos trabajaban contigo”.


“Ellos ahora forman parte del equipo artístico de Rita Pavone, una joven bailarina exótica sudanesa”.


“¿Tus padres siguen vivos?”.


Y ahí, en el único momento de lucidez, le respondí que sí, que vivían en lo profundo de mi corazón.


Entonces “mi amigo de toda la vida» me puso en el chat una carita amarilla de esas de gozo y se esfumó como mismo apareció.

lunes, 20 de abril de 2020

Aguas revisitadas / El documental

Un documental de Ángel Alderete sobre las canciones que Amaury compartió del disco “Aguas revisitadas”.

martes, 14 de abril de 2020

Adonde el agua / Aguas revisitadas


Santi cantando el tema de Amaury “Adonde el agua” que se aprendió desde niño. Basta decir: Santi Feliu y todo lo demás sobra.

Olvídame muchacha / Aguas revisitadas


La fantástica versión de “Olvídame muchacha” por Polito Ibáñez. Fue un vacilón grabarla y ahora escucharla después de tantos años.

sábado, 4 de abril de 2020

Hoy murió la belleza

Una noticia muy triste, que ha consternado al mundo de la trova, es la muerte del cantautor, escritor y pintor: Luis Eduardo Aute. Amaury Pérez recibió con gran pesar la noticia y lamenta no poder viajar debido a la pandemia mundial.

Descanse en paz nuestro admirado Aute.


lunes, 23 de marzo de 2020

Plegaria para estos días difíciles

Les compartimos este hermoso recuerdo, donde Amaury canta la Plegaria a la Virgen del Cobre. Una oración cantada dedicada a todo el mundo que está pasado por momentos difíciles.

Guanajuato México / 1997

miércoles, 4 de marzo de 2020

Nuevo disco?

A principios de Marzo del 2020, Amaury Pérez publicó en sus redes sociales un par de imágenes que desataron revuelo entre sus fans. En la primera imágen se puede ver al gran trovador cubano junto a su amigo, el talentoso productor musical Juan Manuel Ceruto, en la segunda imágen Amaury se ve trabajando en las instalaciones de un moderno estudio de grabación.

Esto quiere decir que Amaury Pérez está preparando un nuevo material discográfico? Todo es posible. Los invitamos a seguir pendiente de este espacio en la web para darles buenas noticias.




Fabián Escalante en #C2QSQ3

Amaury Pérez entrevista al General de División, ex-jefe de los servicios de Inteligencia de Cuba. Autor de varios libros sobre los servicios de inteligencia de EEUU contra Cuba y ha investigado el asesinato de John F. Kennedy desde el prisma cubano.

martes, 25 de febrero de 2020

Harold y Rui Nussa en #C2QSQ3

Amaury Pérez entrevista a los hermanos Nussa, grandes músicos de Jazz cubano. Reconocidos internacionalmente por su talento y gran cantidad de discos.

martes, 18 de febrero de 2020

Gloria Torres en #C2QSQ3

Amaury Pérez entrevista a una de las polémicas realizadoras de la Televisión cubana. Musicóloga de formación. La gran Gloria Torres.

martes, 11 de febrero de 2020

Alfredo Muñoz y María Victoria en #C2QSQ3


Amaury Pérez entrevista a los grandes violinistas y maestros de música cubanos Alfredo Muñoz y María Victoria del Collado.

martes, 4 de febrero de 2020

Luisa María Jiménez en #C2QSQ3

Amaury Pérez entrevista a la gran actriz cubana Luisa María Jiménez. Graduada de la Escuela Nacional de Arte.

jueves, 30 de enero de 2020

Sesiones del Trovafest


Les ofrecemos este emotivo documento multimedia, donde recordamos esos bellos momentos vividos por Amaury Pérez en el Festival Trovafest del 2017, en Querétaro México. Una producción del cantautor mexicano Edgar Oceransky.

martes, 28 de enero de 2020

César López en #C2QSQ3

Amaury Pérez entrevista a César López, uno de los instrumentistas de mayor relieve en el panorama del jazz cubano.

martes, 21 de enero de 2020

Pedro Martínez Pírez en #C2QSQ3


Amaury Pérez entrevista al destacado periodista cubano, diplomático, legislador e internacionalista Pedro Martínez Pírez.

martes, 14 de enero de 2020

"Las Anacaonas" en #C2QSQ3

Amaury Pérez entrevista a Georgia y Dora Aguirre, fundadoras de la orquesta musical femenuna: «Las Anacaonas» internacionalmente conocidas.