jueves, 25 de julio de 2013

Sobre la canción "Vuela pena"

Voy a compartirles la historia de una canción vinculada con mi madre y a propósito de la foto que han comentado con tanto cariño. El tema se llama “Vuela pena” lo escribí en 1973. Solo tenía 19 años.

Una noche de aquel año me acosté temprano, cosa no usual y en algún momento de la madrugada me levanté a tomar agua. Vi la lampararita de la sala encendida, me asomé y encontré a mi madre acurrucada en un sofá llorando en silencio. Le pregunté que le pasaba y me dijo: Cosas mías Amaurito. Me quedé con ella como cuando era un niño y me dormí sobre sus muslos sin esperar respuestas.

Al otro día escribí la canción y llamé al gran Germán Pinelli maestro y amigo suyo a quien siempre llamé, y llamo, Papá Germán, para preguntarle que había ocurrido. Papá me contó que un funcionario recién llegado al ICRT con un pomposo cargo de Vicepresidente, pondré solo sus iniciales; J.H, la había regañado en público en una asamblea porque como ella tenía programación fija, “Detrás de la fachada” los miércoles y “Amigo y sus amiguitos” los jueves no se sentía obligada a revisar diariamente el casillero donde los guionistas de los programas dejaban sus libretos. El dichoso tipejo le reprochó a gritos: ¡Usted aquí es una trabajadora más, nada la distingue del resto, así que cumpla con su deber! A mi madre nadie JAMÁS le había faltado al respeto. Ella se sintió humillada, pero así y todo se puso de pie y le respondió a punto de abandonar la sala: ¡Mire comemierda cuando usted subió las escaleras de la calle M yo ya estaba aquí, cuando usted las baje yo seguiré aquí! acto seguido desapareció y se fue solita a tomarse angustiada unos tragos al Restaurante El Polinesio.

Ese mismo día en que hablé con Papá hice algo inusual en mi; agarré un bate de beisbol y me fui a la oficina del tal J.H. Por suerte para él no estaba, pero así y todo le di batazos a cada adorno, cada foto, cada mueble, al cristal de su buró, a todo lo que fuera rompible y mucho era.

Ante la mirada aterrada de su secretaria y del resto de los oficinistas que salieron de sus despachos me marché calmado y satisfecho diciendo a voz en cuello: ¡Díganle al enano ese (porque era muy bajito) que tuvo suerte de no estar en su puesto de trabajo porque lo que quería era romperle la cabeza!. Llegué a casa, le canté a Mami el tema y le hice la historia del bateador debutante, entonces sonrió y me dijo bajito: No sé que me gusta más mijo si la canción o el jonronero que ahora tengo en casa, tengo que abrazar al jonronero ahora, a la canción tengo toda mi vida para abrazarla.


AMAURY PÉREZ VIDAL / 24 DE JULIO DE 2013 / LA HABANA CUBA



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